Coahuayana, Michoacán, 8 de Diciembre de 2025.- En una sorprendente muestra de versatilidad institucional, elementos del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional cambiaron temporalmente los fusiles por brochas y los patrullajes por repartos de despensas en Coahuayana. La misión: una «campaña de labor social» en escuelas y DIF municipal, mientras a unos kilómetros, en la Tierra Caliente, los cárteles siguen decidiendo horarios de toque de queda.
Las fuerzas federales, en coordinación con autoridades estatales y municipales –las mismas que en muchos casos son acusadas de colusión o simple negligencia-, anunciaron que estas actividades «mejoran la calidad de vida» y «promueven la paz». Curiosa forma de promover la paz: militarizar la vida cotidiana hasta el punto de que sean soldados quienes pinten las bancas de la primaria.
«Refleja el interés de preservar la paz y reducir la incidencia delictiva», dice el comunicado oficial, omitiendo mencionar que esta paz se parece más a un frágil alto al fuego entre grupos criminales. Lo que sí queda claro es el objetivo no tan oculto: «incentivar valores de respeto y confiabilidad hacia las instituciones». Traducción: que la ciudadanía vea con buenos ojos a los uniformados, aunque estos aparezcan más en labores de pintura que en el desmantelamiento real de las redes de extorsión.
Mientras tanto, los pobladores reciben la visita esporádica de soldados pintando escuelas, pero siguen esperando que el Estado llegue con algo más permanente: justicia, empleo, servicios de salud y una policía que no tenga doble filo. La estrategia parece clara: si no puedes con el crimen, al menos pinta su escenario de colores vivos.
Así, México es testigo de una nueva doctrina militar: la «guerra de cuarta generación con brochas y cubetas». ¿Próxima misión? Soldados enseñando matemáticas mientras los criminales llevan la contabilidad de sus plazas.































