Uruapan Michoacán, 1 de Diciembre del 2025.- Uruapan abrió los ojos este lunes con un silencio distinto, como si la ciudad entera respirara más despacio. A un mes del asesinato del presidente municipal Carlos Manzo, el amanecer dejó ver dos lonas colocadas sobre el emblemático puente a desnivel conocido como Puente de Los Colgados. No eran mensajes anónimos de protesta ni consignas políticas: eran palabras ciudadanas, directas, cargadas de duelo, memoria y desafío.
En el Libramiento Oriente pendía una lona acompañada de una fotografía de Carlos Manzo. El mensaje era contundente, casi un grito escrito:
“A mí me podrán matar, pero se quedan con un tigre muy enfurecido que es el pueblo de Uruapan”.
Quienes transitaban por la vía disminuían la marcha, otros para absorber lo que esas palabras removían. El puente se volvió un pequeño altar suspendido en medio del tráfico.
Del otro lado, otra lona respondía con un sentimiento que combinaba homenaje y orgullo comunitario. En letras grandes se leía:
No hacía falta firma. Bastaba la frase para entender que la comunidad seguía elaborando su duelo, pero también afirmando su identidad frente a la pérdida.
Durante toda la mañana, automovilistas, peatones y curiosos se detuvieron a observar los mensajes. No hubo discursos oficiales ni convocatorias masivas; fueron las propias lonas las que narraron, por sí solas, el estado emocional de una ciudad que aún no sana. Uruapan, entre el dolor y la dignidad, volvió a recordarse a sí misma como un lugar que resiste.
Un mes después, el nombre de Carlos Manzo sigue presente en las calles que recorrió y en la memoria de quienes sintieron su muerte como una herida propia. Y hoy, al menos desde el Puente de Los Colgados, la ciudad habló.




























